miércoles, 13 de julio de 2022

Otro urbanismo es posible

 Se está modificando la idiosincrasia de nuestra ciudad. Especialmente en el nuevo Tres Cantos, el desarrollo urbano y sus modos de ocupación del territorio son perversos, incultos y agresivos. No sólo en los aspectos físicos y medioambientales, sino también en los sociales y económicos.


El engarce de los "ladrillos" al construir o modificar la ciudad condicionan el resultado final. La urbe puede ser cálida, agradable, proporcionada y eficaz; o un simple amontonamiento de verjas y ladrillos, aligerados con el césped, las flores y los arbustos de una jardinería inglesa trasnochada. La improvisación sustituye al proyecto metropolitano y la ideología a los planes medianamente cultos. 

El último Plan que podemos calificar como diseñado para el bien común le correspondió a Eduardo Mangada, a finales de los años 80, que fue capaz de reconducir y dar sentido al proyecto de los tecnócratas del Opus de los años 70 y rediseñó una ciudad para vivir y para trabajar. El PGOU del 2003, dirigido por el PP de entonces, aunque su concejal estrella pertenezca hoy a Ciudadanos, sentó las bases del cambio de modelo que los actuales dirigentes populares han estirado, al dictado de las constructoras, hasta dejar irreconocible Tres Cantos. 

El empleo de gran cantidad de recursos técnicos, económicos y humanos vinculados a la construcción residencial no ha dado como resultado una estructura metropolitana ejemplar sino una invasión indiscriminada de nuestro territorio, destruyendo recursos naturales y paisaje, y sin dar respuesta eficaz a las necesidades de vivienda de nuestras hijas e hijos. Del derecho a techo de las capas sociales más necesitadas ya ni hablamos. Es un proceso guiado únicamente por el beneficio de las empresas inmobiliarias a las que se cedió el control y la ejecución de todo. Los sucesivos equipos de gobierno del PP han claudicado ante las constructoras, los grupos mediáticos, fondos buitre, empresarios y corsarios; mostrándose inoperantes y abúlicos, cuando no conniventes. 

Las vecinas/os de siempre se resignan ante tanta potencia económica, tanta mercadotecnia engañosa, y algunas aún albergan la esperanza de que, con tanta vivienda en construcción, alguna vez puedan acceder a una para los suyos. Otros, directamente ceden ante el acoso, el proceso de gentrificación y abandonan el Municipio, dando entrada a nuevos moradores que desconocen que, en el pasado, hubo otros proyectos más humanos y ¡con dotaciones y servicios públicos! Colegios e Institutos Públicos de calidad, Centros Sanitarios con Urgencias, Centros culturales, locales para el tejido asociativo, etc. Faltaban cosas, claro está, pero peleábamos por ellas y, poco a poco, se iban consiguiendo. Ya no peleamos y, en ocasiones, tenemos la falsa percepción de que iremos consiguiendo cubrir las carencias, poco a poco, gracias a una gestión planificada desde el ayuntamiento. 

El proceso actual es, sin embargo, muy diferente, lo Público no goza del suficiente respaldo, mientras cada vez hay mayor poder económico y financiero concentrado en pocas manos, que disponen de tecnología, mercadotecnia y el apoyo de unos medios de comunicación dóciles que dependen de la publicidad de estos grupos para su supervivencia. Esta última cuestión les permite rodearse de un aura de “prestigio” que les capacita para imponer sus prioridades -las “leyes” del mercado- a los poderes públicos, regidos por personas aliadas con los promotores privados,  alimentando el caldo de cultivo de la corrupción, aunque no quiere decir que se produzcan obligatoriamente comportamientos corruptos. Pero, lo cierto es que, la mayoría, sueñan con puertas giratorias bien engrasadas que les permitan continuar con trabajos bien pagados en el sector privado cuando llegue el momento y se vean forzados a abandonar la política como forma de vida.

No podemos enfrentarnos a los nuevos modos y a los procesos de ocupación del territorio con los viejos “clichés” intelectuales y los instrumentos de intervención de los años 70. Ellos han avanzado y el activismo debe ser creativo, a la par de muy informado. 

Pese a la formación y preparación del vecindario tricantino, la escasa predisposición a la Participación ciudadana por parte de gobierno y, siento decirlo, de la oposición, redunda en falta de elaboración profesional en las contrapropuestas que han permitido una percepción social de que el pensamiento liberal/conservador es la única alternativa.

El primer gran problema está en las consecuencias para el entorno natural, el destrozo del paisaje, el ataque a la biodiversidad y el derroche de recursos naturales. El segundo, más subjetivo sin duda, el deterioro de nuestra calidad de vida.

Aunque parezca inoportuno pelear contra esta situación en la actual coyuntura económica, la rebelión es imprescindible. Los daños ya ocasionados en la ciudad y los desastres territoriales serán una herencia inevitable si no damos una respuesta rápida basada en el sentido común y en una visión amplia de futuro de la economía y el medioambiente.

Es preciso realizar un análisis profundo de la realidad actual para poder buscar e implementar medidas de corrección y cambio. Debemos conocer y entender lo que está ocurriendo, para poder explicarlo y modificarlo. Después habrá que intentar construir un proyecto de ciudad sugerente, capaz de ilusionar y movilizar a los ciudadanos. Un Plan factible que haga frente al "urbanismo supuestamente espontáneo". Un Plan redactado por quien sepa hacerlo, pero diseñado y creado desde y para la ciudadanía. No uno pensado para decidir cuánto se puede construir, sino cuánta construcción es capaz de soportar nuestro territorio sin un gran deterioro. Empezando por recomponer y humanizar lo hecho, parar lo que sea posible y modificar el resto, evitando mayores daños futuros. Porque otro urbanismo es posible.


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